quarta-feira, 12 de maio de 2010

LA República Checa, paraíso de los laboratórios ilegales de metanfetaminas

El consumo de metanfetaminas o "speed" es relativamente bajo en Europa, pero la República Checa sobrepasa con creces al resto de sus países vecinos en el número de laboratorios clandestinos de esta droga detectados en su territorio: 457 de un total de 483 en toda la Unión Europea.
(Praga, República Checa). El año pasado el Centro de Control Europeo de Drogas y Adicciones (EMCDDA) se unió a la Europol para estudiar el consumo de metanfetaminas en Europa. Los datos que se conocen hasta ahora son provisionales, y no hay cifras de todos los países del continente, pero los resultados recopilados hasta el momento distan de ser ambiguos: de los 483 laboratorios de metanfetamina descubiertos en Europa en 2008, todos menos 26 estaban localizados en la República Checa, un pequeño país de 10,3 millones de habitantes. Alemania, que tiene una población ocho veces mayor, ha declarado haber descubierto 11 laboratorios en el mismo periodo. El tercero en la lista es el vecino de los checos y antiguo socio, Eslovaquia, con cuatro laboratorios descubiertos en 2008, aunque se cree que la presencia de laboratorios, y el consumo de este tipo de drogas, es mucho mayor. “La República Checa es el mayor productor de metanfetaminas de Europa en pequeños laboratorios clandestinos”, asegura Jakub Frydrych, director de la división antidroga de la policía checa. “La proporción del problema en Eslovaquia tiene que ver con el hecho de que ellos son más pequeños que nosotros; pero aún así están básicamente ante el mismo problema que nosotros”. La metanfetamina es un estimulante sintético que se puede producir en laboratorios caseros, y las autoridades creen que estos tipos de instalaciones van en aumento. “La policía checa desmonta entre 300 y 400 laboratorios clandestinos cada año. Son básicamente pequeños, pero aún así se puede considerar un éxito”, dice Frydrych. Quizás sea un éxito, pero nadie sabe cuántos laboratorios hay realmente. Llamada también “speed” o “meta”, la metanfetamina en la República Checa se conoce además popularmente como Pervitin, que fue la marca comercial de la droga cuando la empezó a fabricar legalmente una farmacéutica alemana antes de la II Guerra Mundial. Los soldados alemanes la utilizaron como estimulante durante la guerra. Después de la contienda, comenzó a recetarse como remedio de numerosos males, “incluida la depresión, déficit de atención, alcoholismo, obesidad y anorexia”, según el estudio de Europol. Hacia la década de 1960, sin embargo, se empezaron a detectar entre sus consumidores efectos secundarios relacionados como la paranoia, alucinaciones y violencia, por lo que la droga se prohibió y dejó de comercializarse. Calificada a veces como la cocaína de los pobres, la metanfetamina (que se puede inyectar, esnifar, fumar y tomar) cuesta casi un tercio de lo que vale la coca, según Frydrych . Un gramo de metanfetamina cuesta entre 800 y 1.000 coronas en las calles de Praga, mientras que la cocaína cuesta entre 2.200 y 3.000 coronas, según la pureza del material. Nadie sabe a ciencia cierta por qué los checos y eslovacos parecen tener un apetito tan desproporcionado por la metanfetamina, que se ha convertido en una droga muy popular en los ambientes discotequeros. Frydrych cree que se puede deber a que estos países todavía están experimentando con los límites de la libertad individual, tras la caída del comunismo. “Todavía 20 años después de la revolución en nuestro país aún estamos probando la democracia”, afirma. “Esta es una razón por la que estamos todavía experimentando con fenómenos como las drogas. El derecho a consumir drogas en nuestro país se relaciona a menudo con las libertades individuales básicas”. Sananim, una ONG fundada en 1990, es una de las principales organizaciones checas para la rehabilitación de drogadictos, y en su página web dice que ofrece servicios de “prevención, tratamiento y resocialización”. Martina Teminova, que preside el consejo ejecutivo de Sananim, asegura que la situación está bajo control, pero que le preocupa que las informaciones en torno al consumo de drogas pueda conducir a la sociedad a criminalizar a los adictos. “Hay algunas tendencias [de la opinión pública] que sugieren que las personas drogodependientes deberían de ser encarceladas... Esta no es una manera muy útil de terminar con este problema. Estoy totalmente en contra”, dice. Teminova y Frydrych coinciden en reconocer que un programa de intercambio de jeringuillas ha dado resultados muy positivos en la lucha contra el contagio del sida. Terminova dice además que con terapia y rehabilitación los adictos a las drogas pueden volver a ser miembros perfectamente activos de la sociedad. “Nuestros clientes, después de recibir los tratamientos, pueden reintegrarse perfectamente en la sociedad”, asegura. Roman, un antiguo adicto a la meta de 33 años, es un ejemplo de ello. Después de un intento de suicidio y de dos fallidos tratamientos de desintoxicación, dice que lleva seis años sin consumir drogas, y cinco casado. Es uno de los operarios de mantenimiento de Sananim, aunque él superó su adicción en otro centro. Román dice que probó las drogas a los 14 años por la presión de los amigos, y que no paró en los siguientes 13 años. Ahora, dice, sabe dónde está la línea entre las drogas y la libertad para experimentar con ellas. “No hay que empezar. Al principio usas las drogas, pero al final son las drogas las que te usan a ti”, afirma.

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